HAIKUS
Peinada de luz
acaricia la luna
noche de pasión
Vientos de calma
cristal frágil tallado
sonrisa del alma
POEMAS
Ojos dulces
Mirada que
abraza,
mirada que
estremece
dos soles
que iluminan mi camino
son tus ojos
que conocen mi latido
Tu mirada la
morada de tu alma
que a los
días tormentosos traen calma
Guárdame en
tus ojos madre amada y que se haga eterna tu mirada.
Llora la luna
afuera hay gente que sonríe y mata.
No llegó a la escuela.
En el camino descubrió que en este mundo
CUENTOS
El ave y la brisa
Hubo
una vez en que la brisa ya no quería andar sola y se encontró con un ave en su
camino. Aquella ave estaba agotada, se sentía presa del viento y cansada de
volar, entonces la brisa le propuso que solo se dejara llevar.
La
brisa estaba al fin acompañada y vio que el ave se sentía descansada, pensó que
lo mejor para las dos sería que el ave no volviera a volar.
-Si
quieres te puedo ayudar, no necesitas volver a volar -dijo la brisa.
El
ave dejó su flor, cerró sus alas y se acostumbró a dejarse llevar. Conoció
nuevos lugares y ya no sentía cansancio, pero aún se sentía cautiva y no era
feliz.
Un
día extrañó tanto a su flor que quiso salir a buscarla, pero la brisa seguía su
camino, no quería regresar. Entonces el ave abrió sus alas y se dio cuenta que,
por dejarse llevar, se había olvidado de como volar.
Subió
a la montaña más alta, el miedo invadía sus pensamientos, pero se lanzó al
abismo. Mientras caía sentía sus latidos cada vez más rápidos y algo en su
interior le recordó quién era, sus alas empezaron a moverse y de pronto estaba
volando otra vez.
Ese
día regresó con su flor y entendió que nació para ser libre, y que la libertad
es volar acompañado, no solo dejarse llevar.
HELENA
En
un instante su vida transcurrió por su mente como una película en cámara
rápida, fue una mezcla de comedia, acción y drama, como la de todos supongo,
cada quien en su mundo vive sus propios dramas y comedias.
Iba
conduciendo de regreso a casa, había sido una jornada cansada y tenía todavía
tareas pendientes, así que tomó el camino de costumbre. Para Helena la rutina
nunca fue algo que le gustara, pero prefería ir siempre por la carretera
Colmenar; era la mejor vía para evitar el tráfico y la bulla de la ciudad, y
mucho más en abril, porque de seguro llovía al atardecer.
Esa
tarde la lluvia era más fuerte que otros días, su voz se mezclaba con el sonido
de la lluvia mientras cantaba a todo pulmón this
is the book I never read, these are the words I never said; “Why” de Annie
Lennox era su canción favorita. Y mientras cantaba vio una luz venir de frente
tanto que su corazón se aceleró; esos segundos parecieron eternos, pero fue tan
rápido que no pudo reaccionar. Solo sitió que algo la golpeo.
Para
Helena el tiempo quedó suspendido en el aire, como si le hubiesen puesto pausa
a esa película llamada vida.
Luego
de varios días en el Hospital San José de Zendal, Helena despertó. Lo que para
ella fue un segundo para su esposo y sus hijos fueron días sufridos. Estaba un poco confundida, no entendía bien
qué había pasado, alcanzó a ver un rostro familiar junto a ella, pero no
lograba reconocer quién era.
-Elena
cuanta falta nos has hecho –dijo Fernando su esposo, tratando de contener el
llanto-. Al escuchar esa voz pudo
reconocer quien era, pero no lograba recordar nada antes del accidente.
Los
médicos habían advertido a la familia que esto iba a pasar, todo estaba listo
para ese día, fotos, videos, cartas, recuerdos, pero nada funcionaba, no
lograba recordar.
Helena
vio hasta el cansancio todo lo que su familia le mostraba, al mirar las fotos
trataba de recordar aquellos días, pero le parecía tan distantes, tan lejanos a
ella; en ese momento entendió que olvidarse del pasado no era un problema, ella
estaba bien en su nuevo mundo, en su nueva realidad. Sabía que tal vez sus días
serían mejores si dejaba el peso del pasado justamente allí, en el pasado.
MICROFICCIONES
Una guerra interna
Una
noche fría, o tal vez no tanto; pero él sentía el frío en su sangre. Sabía que
ese día llegaría tarde o temprano y creía estar preparado. Sin embargo, en ese
instante se dio cuenta que no lo estaba, se culpaba a sí mismo por ser débil,
pero es que nunca estás preparado para algo así.
Era un hombre joven que había quedado
viudo un año atrás, su esposa sufrió un infarto del que no pudo sobrevivir.
Tenía una hija de 4 años a la que amaba inmensamente, sin embargo, decidió
dejarla a cargo de la abuela para enlistarse como soldado voluntario y luchar
por una causa justa. Por lo menos eso fue lo que dijo, aunque en el fondo
buscaba ocultar el dolor de haber perdido a la mujer que amaba.
Estuvo en muchas batallas, pero esa noche
fue diferente, nunca había estado tan de cerca y tan de frente con la muerte. Se
sentía confundido, era de los buenos, de los que están luchando por mantener la
paz, pero había algo en su interior que le decía que lo que hacía estaba
mal.
Fueron segundos que le parecieron eternos,
no entendía por qué disparar se le hacía tan difícil, pero lo hizo, tuvo que
hacerlo y sintió que quien murió fue él y no quien yacía en el suelo.
Un café para dos
Eran
las seis de la tarde, Juana salía de la oficina para encontrarse con su mamá. Habían
quedado para tomar un café. Al llegar al estacionamiento se dio cuenta que había
dejado sus llaves en el auto. Estaba por llamar a su mamá para cancelar la
cita, pero era tanto tiempo sin verla que decidió irse a pie, después de todo
la cafetería en la que se habían citado quedaba a pocas cuadras de allí.
A punto de llegar, Juana vio a su mamá
caminando hacia ella con un vaso, de esos en los que se pide para llevar. Se
puso fría pensando que tal vez su mamá estaba molesta por la demora, apresuró
el paso y sin darse cuenta tropezó y cayó sentada al suelo.
Se tapó los ojos para no llorar del enojo
que tenía, quiso levantarse, pero sintió una mano en su brazo que la
sujetó. Era Sara, su mamá que se había
sentado al lado de ella en la vereda con el café en la mano. Al verla solo le
dijo:
- Hija, no importa el lugar; un café para
dos siempre cae bien.
Perspectiva
Viernes
por la tarde. Salgo a caminar para descansar la mente, veo la ciudad desde otra
perspectiva.
Sin apuro encuentro que es más bella de lo
que creía. Doy un paso más y caigo al piso sin saber que pasó. Trato de
levantarme más de vergüenza que de dolor; entonces me doy cuenta que no debo
tener vergüenza.
Miro a la gente tan a prisa, tan fuera del
mundo y tan dentro de sí mismos, nadie se percata de mi caída, así que por un
instante me quedo allí tratando de entender el mundo.
Palabras tan reales y hermosas formadas en suspiros. Son los mejores poemas que he leído en años, gracias por este regalo hermana mía.
ResponderEliminarHermosas palabras, felicitaciones amiga.
ResponderEliminarExcelentes poemas, felicitaciones
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