Paola Cabrera


HAIKUS


Peinada de luz
acaricia la luna
noche de pasión



Vientos de calma
cristal frágil tallado
sonrisa del alma


 POEMAS


Ojos dulces

Mirada que abraza,
mirada que estremece
dos soles que iluminan mi camino
son tus ojos que conocen mi latido

Tu mirada la morada de tu alma
que a los días tormentosos traen calma
Guárdame en tus ojos madre amada y que se haga eterna tu mirada.


Llora la luna



Entre sábanas de seda
vestida de nada
el delirio acaricia tus sueños
la noche complace tus deseos

Lágrimas de lluvia te recorren
piel canela
cada gota es un latido
que al compás de un reloj
acorta su camino
como brujas del destino

El destello de la noche te aclara
la luna ofrece dote por tu alma
espera un poco más luna llena
que el momento aún no llega

Sopla el viento sobre ti
lleva heridas y alegrías
lleva ruido de ciudad

Llora la luna por tu espera
caen lágrimas de lluvia
piel canela.

 

No fue su error

Un día como cualquiera
una más una menos, salió de casa a la escuela.
No pensó en cómo vestir antes de salir,
no buscó compañía, caminaba sola;
se sentía en libertad.
¿Pero qué es la libertad?

Cuidado niña que afuera hay buitres sueltos

buscando una presa.

Fue su error dijeron:
“así viste una cualquiera.”
Fue su error dijeron:
“no sale sola una niña buena.”

Caminaba a luz del sol,
con la cara en alto y la sonrisa amplia;

caminaba en libertad.
¿Pero qué es la libertad?

Cuidado niña

afuera hay gente que sonríe y mata.

No llegó a la escuela.

En el camino descubrió que en este mundo

todavía no tenemos libertad.

Fue su error dijeron,
pero no, no fue su error. 

El error es pensar que esto es normal,
el error es no poder caminar en libertad.


CUENTOS



El ave y la brisa

Hubo una vez en que la brisa ya no quería andar sola y se encontró con un ave en su camino. Aquella ave estaba agotada, se sentía presa del viento y cansada de volar, entonces la brisa le propuso que solo se dejara llevar.

La brisa estaba al fin acompañada y vio que el ave se sentía descansada, pensó que lo mejor para las dos sería que el ave no volviera a volar.

-Si quieres te puedo ayudar, no necesitas volver a volar -dijo la brisa.

El ave dejó su flor, cerró sus alas y se acostumbró a dejarse llevar. Conoció nuevos lugares y ya no sentía cansancio, pero aún se sentía cautiva y no era feliz.

Un día extrañó tanto a su flor que quiso salir a buscarla, pero la brisa seguía su camino, no quería regresar. Entonces el ave abrió sus alas y se dio cuenta que, por dejarse llevar, se había olvidado de como volar.

Subió a la montaña más alta, el miedo invadía sus pensamientos, pero se lanzó al abismo. Mientras caía sentía sus latidos cada vez más rápidos y algo en su interior le recordó quién era, sus alas empezaron a moverse y de pronto estaba volando otra vez.

Ese día regresó con su flor y entendió que nació para ser libre, y que la libertad es volar acompañado, no solo dejarse llevar.


HELENA



En un instante su vida transcurrió por su mente como una película en cámara rápida, fue una mezcla de comedia, acción y drama, como la de todos supongo, cada quien en su mundo vive sus propios dramas y comedias.

Iba conduciendo de regreso a casa, había sido una jornada cansada y tenía todavía tareas pendientes, así que tomó el camino de costumbre. Para Helena la rutina nunca fue algo que le gustara, pero prefería ir siempre por la carretera Colmenar; era la mejor vía para evitar el tráfico y la bulla de la ciudad, y mucho más en abril, porque de seguro llovía al atardecer. 

Esa tarde la lluvia era más fuerte que otros días, su voz se mezclaba con el sonido de la lluvia mientras cantaba a todo pulmón this is the book I never read, these are the words I never said; “Why” de Annie Lennox era su canción favorita. Y mientras cantaba vio una luz venir de frente tanto que su corazón se aceleró; esos segundos parecieron eternos, pero fue tan rápido que no pudo reaccionar. Solo sitió que algo la golpeo.

Para Helena el tiempo quedó suspendido en el aire, como si le hubiesen puesto pausa a esa película llamada vida.

Luego de varios días en el Hospital San José de Zendal, Helena despertó. Lo que para ella fue un segundo para su esposo y sus hijos fueron días sufridos.  Estaba un poco confundida, no entendía bien qué había pasado, alcanzó a ver un rostro familiar junto a ella, pero no lograba reconocer quién era.

-Elena cuanta falta nos has hecho –dijo Fernando su esposo, tratando de contener el llanto-.  Al escuchar esa voz pudo reconocer quien era, pero no lograba recordar nada antes del accidente.

Los médicos habían advertido a la familia que esto iba a pasar, todo estaba listo para ese día, fotos, videos, cartas, recuerdos, pero nada funcionaba, no lograba recordar.

Helena vio hasta el cansancio todo lo que su familia le mostraba, al mirar las fotos trataba de recordar aquellos días, pero le parecía tan distantes, tan lejanos a ella; en ese momento entendió que olvidarse del pasado no era un problema, ella estaba bien en su nuevo mundo, en su nueva realidad. Sabía que tal vez sus días serían mejores si dejaba el peso del pasado justamente allí, en el pasado.

 

 MICROFICCIONES

Una guerra interna


Una noche fría, o tal vez no tanto; pero él sentía el frío en su sangre. Sabía que ese día llegaría tarde o temprano y creía estar preparado. Sin embargo, en ese instante se dio cuenta que no lo estaba, se culpaba a sí mismo por ser débil, pero es que nunca estás preparado para algo así.

Era un hombre joven que había quedado viudo un año atrás, su esposa sufrió un infarto del que no pudo sobrevivir. Tenía una hija de 4 años a la que amaba inmensamente, sin embargo, decidió dejarla a cargo de la abuela para enlistarse como soldado voluntario y luchar por una causa justa. Por lo menos eso fue lo que dijo, aunque en el fondo buscaba ocultar el dolor de haber perdido a la mujer que amaba.

Estuvo en muchas batallas, pero esa noche fue diferente, nunca había estado tan de cerca y tan de frente con la muerte. Se sentía confundido, era de los buenos, de los que están luchando por mantener la paz, pero había algo en su interior que le decía que lo que hacía estaba mal. 

Fueron segundos que le parecieron eternos, no entendía por qué disparar se le hacía tan difícil, pero lo hizo, tuvo que hacerlo y sintió que quien murió fue él y no quien yacía en el suelo.


Un café para dos


Eran las seis de la tarde, Juana salía de la oficina para encontrarse con su mamá. Habían quedado para tomar un café. Al llegar al estacionamiento se dio cuenta que había dejado sus llaves en el auto. Estaba por llamar a su mamá para cancelar la cita, pero era tanto tiempo sin verla que decidió irse a pie, después de todo la cafetería en la que se habían citado quedaba a pocas cuadras de allí.

A punto de llegar, Juana vio a su mamá caminando hacia ella con un vaso, de esos en los que se pide para llevar. Se puso fría pensando que tal vez su mamá estaba molesta por la demora, apresuró el paso y sin darse cuenta tropezó y cayó sentada al suelo.

Se tapó los ojos para no llorar del enojo que tenía, quiso levantarse, pero sintió una mano en su brazo que la sujetó.  Era Sara, su mamá que se había sentado al lado de ella en la vereda con el café en la mano. Al verla solo le dijo:

- Hija, no importa el lugar; un café para dos siempre cae bien.


Perspectiva

Viernes por la tarde. Salgo a caminar para descansar la mente, veo la ciudad desde otra perspectiva.

Sin apuro encuentro que es más bella de lo que creía. Doy un paso más y caigo al piso sin saber que pasó. Trato de levantarme más de vergüenza que de dolor; entonces me doy cuenta que no debo tener vergüenza.

Miro a la gente tan a prisa, tan fuera del mundo y tan dentro de sí mismos, nadie se percata de mi caída, así que por un instante me quedo allí tratando de entender el mundo.

 

3 comentarios:

  1. Palabras tan reales y hermosas formadas en suspiros. Son los mejores poemas que he leído en años, gracias por este regalo hermana mía.

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  2. Hermosas palabras, felicitaciones amiga.

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  3. Excelentes poemas, felicitaciones

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