CALAVERITA
De ojos huecos y sin sonrisa
a visitar nuestras camas,
la ladrona de mil almas,
llego más flaca y deprisa.
Ocultándose en la brisa
nos llevó entre las ramas,
decía: ¡De mí no asumas!
Muriéndose de la risa.
Taller de Artes Plásticas
Parientes
¿Por cuánto más tengo que exigir lo que te mereces? Lo que ellos y muchos más merecen. Han transcurrido 6 años y continuo en la búsqueda. Solo a ti te recuerdo, solo a ti te conocí. Lo único que deseo saber es tu verdad. Puede que haya sido olvidada, pero créeme que de mi parte nunca lo será. Puede que los días pasen, y aun así eres siempre mi prioridad. No dejaré de lado esta lucha, no planeo bajar la voz de la que careces. Solo te pienso y el dolor ya no me resiste, está ya cansado de perseguirme a diario, de recordarme tu esencia, de ser siempre mi único sentir. Quiero saber de ti porque sé que pronto descansaré sin tormento que deshaga mis sueños, pues estos escaparán de mi cuerpo. No pienso llevarme la esperanza adonde no se puede ver.
Harta del miedo se decidió a posicionarse como estrella llameante frente al arma que la apuntaba mientras la mano que la sostenía comenzaba a temblar por el respeto que ella exigía. Frente a los montes de mar, cuyas impetuosas olas amenazaban, levantó su puño como arma del silencio. Pronto, el campo inundó el cielo sofocando sus gotas. Florecieron sus flores y de sus colores, prosperó la justicia.
Solitario
Ha estado allí desde el atardecer. No ha dejado de pedir un trago, una taza, un vaso, una botella. No logro entender su actitud serena, su aparente resistencia a la tristeza. Nunca ha estado solo, al menos en este local, en este día, a estas horas. El trabajador, incluso le preocupa de más su prolongada estadía. Lo atiende educadamente, lo mira compasivo cuando pide un trago, una taza, un vaso, una botella. Este hombre parece perdido, sin regreso. No supe más de él, pues yo debía regresar a casa, caminando por las calles que conocía mi memoria.
Masivo
Uno se puede encontrar en el lugar más bello, en su recuerdo más íntimo, en su idea más descabellada, en el mundo de su imaginación. Pero él no ha sido invitado a la Gran Fiesta, al festival de festivales, al olimpo terrenal. Él ha permanecido intacto, entre una melodía que lo transporta a donde el cuerpo no lo puede llevar. Ha pasado tiempo aturdido, sin abrir los ojos. Ha estado cubierto por el azul más claro, ha sido congelado por su entorno. Una pequeña habitación, tan amplia que no necesita de nada más. El sol se posa detrás de su ventana, para después devolverlo a la profundidad, al abismo inmovible y que para él ha sido olvidable.
Infectado
Han
transcurrido… ¿Cuántos meses?
No lo recuerdas exactamente. Si te pregunto cuándo fue
la última vez que rozaste a un desconocido al caminar, no sabrías responder. No
conoces la fecha y lo más importante, eso ya no importa. Luces oscuro, de
pronto invisible. Por debajo de la tierra, sin sol del día. Solo una copia de
este, inútil y, además que cobra. Solo sin necesidad. No respiras y no
parpadeas. Ausente viento y paisaje. Bellos ojos que alucinan, que albergan memorias
sin retorno. Que son fuego, fuego lento que transmites. Único calor de tu
espacio. Ya tu sangre no fluye ni tus manos me alcanzan. El único enfoque soy
yo. El único capaz de escapar de tu suerte. Pero no me iré. Estoy dentro. Te
observo y estás inmóvil. Careces de emociones, ciertas libertades. Me has
escuchado como un susurro, una llamada que has decidido no contestar. Hasta
ahora. Y oras con el pensamiento sin antes haber tenido fe. ¿Eres digno de
salvación?
Pronto, tu mente se trastorna al escuchar mi voz clara
sobre tu silencio. Me miras fijamente como si hubieras descubierto la cura. A
lo mejor soy una. Buscas en tu memoria encuentros pasados conmigo y comienzas a
descubrir emociones. Parpadeas. ¿Me estás dando una señal? ¿Quieres mi ayuda?
Antes solías apropiarte de las oportunidades. No había
fuerza que frenara tus pasos ni hambre que no se saciara. Hasta el conflicto
llegó a ser tu auxiliar. Las oposiciones siempre te impulsaron. Movías tu
esqueleto ahora cadáver del tiempo. Ibas lento entre la ilusión del control.
Respirabas. Recuerdo haberte visto defraudado. Ellos te abandonaron tiempo
atrás por una decisión que era solo tuya. Quisieron apropiarse de ti, vivir en
ti por frustración. Hoy estás por debajo como un ser que me piensa. Dentro de la
oscuridad, ¿el miedo has perdido? Sobre el cemento, ¿reconoces tu sentido? Como
muchos otros, la desesperanza te ha matado. No hay cura aparente a tu gran
difundido destino. ¿o será la suerte que escribe el camino?
Me intentas hablar y parece un beso lo que sale de tu
boca. ¿Será tu historia transcrita en mí lo que ha animado a tu alma? Mi
memoria un remedio, un sentido. Tus ojos hirviendo tratan de reconocer la
habitación, este cubo negro que parece haberse apropiado de tu cuerpo oscuro,
sucio. Has terminado como ellos. Sonríes. Puede que no quieras recordarlos
porque con eso el peso aumenta. Tus penas crecen y la miseria parece
interminable. Aquí estoy yo para decirte las veces necesarias que hay un mundo
detrás de este cementerio individual. Las cruces dejaron de ser suficientes y
mis letras las sustituyeron. Has vuelto al escucharme. Sigue prestando
atención. Primer respiro, ritmo tranquilo del corazón.
Mmm…eee. Intentas hablar. ¿Eee... sí?
Te espero a que recuperes el habla, que recuerdes la
articulación y las palabras de la infancia. Momentos después, dices: “¿Qué
sigue?”
Compañero del cielo, si me has podido recordar, sabrás
que mi voz levanta voluntades, anima seres tristes, crea mentiras sufridas como
verdades. No soy el único de mi tipo. Hay quienes son más aburridos, algunos
que se prolongan. Otros tan cortos como escalones y unos simples como el
concreto. Pero no nos busques que, seguramente, te encontraremos de una u otra
forma. Pronto, dejarás de ser solo piel… Te volverás engranaje de ideas, me
propondrás con quien te halles. Y esta desinteresada enfermedad que tanto te ha
perturbado, será solo un breve fragmento de tu historia. Has salido de una
prisión. Ten cuidado con no cerrar tus propios cerrojos.
Te sientas, miras hacia el techo. Me observas nuevamente y sin palabra alguna, comprendo tu agradecimiento. Solo yo te entiendo.
Mudanza definitiva
Presente pero
invisible o así parece ser. No se percatan de que los observo detenidamente por
un costado de la habitación. Ambos están teniendo una discusión y a pesar de
que sé por su figura que son personas, no puedo reconocer sus rostros ni sus
voces. Son manchas negras, borrosas bajo una luz tenue en medio de la noche. A
lo mejor olvidé mis lentes de gran aumento. Aunque lo peor es que no puedo
alzar mis brazos para cerciorarme de aquello ni mover un solo músculo. Gracias
al reflejo de la ventana que se encuentra hasta el fondo del cuarto, puedo
darme cuenta de que mi cuerpo no tiembla por el frío o el miedo, ni mi cabello
se inmuta a la brisa, misma que agita los árboles en el patio trasero, mientras
que los individuos continúan contorsionándose cada vez de forma más violenta.
¡Oh
no! ¡Hemos llegado al momento más aterrador del ciclo! Quien parece ser el
hombre menudo empuja al otro hacia una mesa de vidrio que se rompe
inmediatamente. La pelea ha comenzado. Mientras que uno se defiende
desesperadamente alborotado por la situación tratando de recuperarse para huir,
el primer hombre se le alza sosteniendo en sus manos un jarrón que se quiebra
en seguida al contactar con la cabeza del sometido. El herido dejó de moverse y,
aun así, el atacante decide tomar las piezas restantes acabando con la
esperanza y vida del sujeto. Odio tener que ser testigo de esto: una cantidad
excesiva de sangre brota del cuerpo inerte y el otro hombre se desploma en el
suelo anteriormente exento de suciedad. Las lágrimas brotan sin remedios que
las detengan y en lo único que puedo pensar es en salir de allí. ¿Por qué otra
vez? ¡Sáquenme de aquí! ¡Por favor!
-No me digas que…
-Sí, ya estoy harta. Por lo que sé,
han pasado dos meses desde que empezaron a aparecer estas pesadillas. ¿Qué
hago? Ni siquiera puedo trabajar en algo sin pensar en eso una y otra vez. Y
aparte me levanto con moretones por andar de sonámbula -suspiré en señal de
rendición. Dani, mi hermano mayor, solo me veía con una preocupación inmensa y
sin saber qué decir. Al verlo así, le dije:
-Pero,
¿sabes qué?, de seguro se irán pronto. Mis pesadillas y los moretones -se me
salió una risa nerviosa y le conté lo que pensaba. Y oye, perdón por contarte a
detalle todo esto, en serio que gracias por escuchar mis tonterías.
-No pasa nada -me contestó ahora con
su sonrisa tan perfecta y simpática. Ahora ayúdame a terminar de empacar. Te
toca guardar lo de la cocina en las cajas que están debajo de la mesa. No te
tardes, que al rato llegan mamá y papá.
-Agh,
qué flojera. Ya voy, pero no me apures.
Él
simplemente se volteó y torció su mano haciéndome entender que no le podría
importar menos. ¡Ay, mi hermano! Es tan lindo la mayoría del tiempo, pero en
ocasiones puede estar muy en su rollo. La verdad es que me encanta estar con él
y por lo mismo suelo platicarle muchísimas cosas, como mis sueños, qué tal me
va en la escuela y todo lo demás.
Al paso de una hora había envuelto lo
que faltaba. Ahora solo esperaba en el sillón de la sala a que llegaran mis
papás y así mudarnos a un vecindario que por lo que había visto en fotos, me
traía sensaciones acogedoras y serenas. Estoy bastante feliz por el cambio,
necesito tratar con gente nueva y acoplarme, pero sé que no me costará mucho.
Odio
tener que ser testigo de esto: una cantidad excesiva de sangre brota del cuerpo
inerte y el otro hombre se desploma en el suelo anteriormente exento de
suciedad. Las lágrimas brotan sin remedios que las detengan y en lo único que
puedo pensar es en salir de allí. ¿Por qué otra vez? ¡Sáquenme de aquí! ¡Por
favor!
-
¡Mierda! -grité sobresaltada.
En
lo que mi corazón se tranquilizaba, intentaba pensar en lo divertido que me la
había pasado ayer con los nuevos vecinos mientras cenábamos. En eso llegó mi
hermano. Supuse que preguntaría por el grito que había soltado minutos antes,
en cambio, me contó algo completamente inesperado.
-Mitzari,
no vas a creer esto. Ven aquí ahora.
Me levanté de la cama rápidamente, un
poco decepcionada de sus palabras y, al observar el mensaje de la pantalla de
su celular, mi mente se bloqueó por segundos. No lo podía creer. Esto es
imposible que haya sucedido. Si justo estuve con ella ayer en la reunión con
los vecinos. ¿Qué está pasando? Laura, una amiga de 17 años, había sido
encontrada muerta en la sala de su casa. Causa de muerte: homicidio. Arma: picahielos.
Atónita,
levanté la mirada hasta sus ojos sin poder contestar a lo que me preguntaba. En
eso sus ojos fruncidos, me regresaron a la realidad. Sus manos ya estaban
agitando mis hombros mientras me gritaba:
-
¡Mitzari! ¡Tienes que decirme cuándo fue la última vez que la viste! ¿Con quién estaba? ¿Y a qué hora fue eso?
Después de responder a su
interrogatorio, me encerré en el cuarto a llorar. Era la primera vez que
conocía a alguien que le pasara esto. Estaba negándolo, era inconcebible. ¿Por
qué alguien querría matarla? ¡Respóndeme! Debes de saberlo, has sido testigo de
la historia. ¡Dime lo que sabes!
Finalmente, luego de varias horas
pensando, decidí que era mejor hacer otra cosa para distraerme. Y al caer la
noche, el sueño se repitió lamentablemente. A pesar de ello, algo igualmente
había ocurrido. Otro vecino ha muerto, no obstante, el arma que fue utilizada
había sido un jarrón. Algo no cuadra. Esto era una pesadilla real. En
comparación con mi sueño, aquí podía moverme, sin embargo, mi mente no sabía
cómo. Comencé a obsesionarme con lo que podría ser una relación entre mis
sueños y las muertes del vecindario; no era normal que el arma en ambos haya
sido la misma. Esta idea surgió al platicar con quien considero mi terapeuta y
mi persona de mayor confianza: mi hermano.
Fue cuando le platiqué lo que pasaba:
-Creo que podría ser culpable de las
muertes.
- ¿Qué dices Mitzari? ¿Te has vuelto
loca? ¿Por qué pensarías algo así?
-Es que… mira. El arma que se usó en
el último asesinato ha sido idéntica a la que he visto en mi sueño hace más de
tres meses. No se puede olvidar algo así y menos al ver la imagen en el
periódico. Se parecen bastante. Además, el hecho de que sea sonámbula
diariamente aumenta la posibilidad de cometer cualquier acto que no pensaría
jamás en hacer al estar despierta, ¿no lo crees? Estoy inquieta. Hasta me
comporto de diferente manera de tantas vueltas que le doy al asunto.
-A ver, tranquila. La verdad es que
sí me parece muy extraño que algunos detalles así, ocurran en la vida real,
pero hasta no tener pruebas reales de que eres culpable, nadie puede
arrestarte. Sé que eres inocente y si alguien intenta culparte, se las verá
conmigo. Esos son puros sueños.
-Gracias- le dije. Pero este corazón
no va a dejar de saltar hasta que todo se resuelva.
Ya no puedo más. Ha pasado una semana
y durante ese tiempo, se ha encontrado a otros dos niños muertos en la sala de
sus hogares. La culpa me carcome. Es inevitable creer que he sido yo. Ya no
quiero dormir; es más, no debo. Podría hacerle daño a cualquiera, incluso a mi
familia. Soy potencialmente sospechosa, aunque sea solo desde mi punto de
vista. Mi hermano trata de tranquilizarme día a día, pero no hay palabras que
consuelen mis pensamientos. Hasta aquí. Si esto no para, seré yo quien muera a
falta de comida y sueño. Ya ni me cuido. He dejado atrás mi salud. ¿Cómo no
hacerlo si lo único que puedo pensar es que soy responsable de todo lo que ha
sucedido?
En medio de la noche, mientras
observaba estática la pared con estrellas en el techo de mi cuarto, me asusté
al escuchar una puerta azotarse. Creí que había llegado mi turno, porque al
parecer al asesino solo le importaba las personas de mi edad. Me quedé un
momento esperando a que pasara algo más, pero al ver que todo permanecía, decidí
bajar.
Lo primero que hice fue prender las
luces esperando percibir cualquier cambio en el ambiente. Fue hasta un momento
después cuando oí la puerta trasera de la casa abrirse. Me acerqué y alzando la
vista fijé mis ojos en unas luces que a pesar de la hora estaban prendidas en
la casa de enfrente. Totalmente extrañada, llegué al lugar donde provenían y
como conocía perfecto a la familia dentro, opté por tocar la puerta. Sin
embargo, no fue necesario, pues la puerta ya había dejado pasar a alguien más.
Entré y me quedé paralizada.
La
pelea ha comenzado. Mientras que uno se defiende desesperadamente alborotado
por la situación tratando de recuperarse para huir, el primer hombre se le alza
sosteniendo en sus manos un jarrón que se quiebra en seguida al contactar con
la cabeza del sometido.
¡Espera! Sí no me he dormido.
Permíteme mantenerme consciente. Déjame vivirlo si es que real es lo que veo.
Puedo identificar dos figuras
enfrentándose. En este caso, sé que pueden darse cuenta de mi presencia. Uno de
ellos grita mi nombre en exasperación a pesar de que me he quedado perpleja
viendo en el otro extremo que mi cuerpo
no tiembla por el frío o el miedo, ni mi cabello se inmuta a la brisa, misma
que agita los árboles en el patio trasero…
El
evento ha terminado y no he sido capaz de moverme. Otra vez. ¿Por qué?
Las lágrimas brotan sin remedios que las detengan y en lo único que puedo pensar es en salir de allí.
-Has sido tú -le dije en tono solemne.
Él doblego su cabeza para
encontrarse con la mía. Era él; inimaginable concederle todos los hechos a sus
acciones. ¿Cómo pudo? Dani, ¿qué has hecho? En ese momento, una sonrisa se
dibujó en su rostro, pero esta vez no era perfecta, sino temible. Y fue ahí cuando
me percaté de que ya no tenía lugar a dónde ir. ¿Cómo huir de quien ha sido mi
hogar? ¿Cómo?
Carta sin destinatario
Amiga inalcanzable:
Te
escribo desde la esquina de mi habitación atada a sus condiciones. Tan loca,
desquiciada. Nunca creí convertirme en
este ser. Ciega. Me ha dejado ciega por su deslumbrante intimidad. Él llega
cuando más lo olvido. Es lindo, tierno y sonríe. Encantador, lo describirían.
Esa timidez, la pena. Sus ojos fijos en mí. Primero una seriedad y
concentración, luego su cariño, alguna risa pequeña. De nuevo, sus ojos fijos en
mí. Observando sin evaluar. No sé cómo despreciarlo; me parece imposible no
caer. Esto puede simular una belleza encontrada, pero no es así. Es justo por
esto que te escribo. Ten cuidado. No hables con nadie. No los mires a los ojos,
que con las miradas te vician. Por favor, no salgas de tu casa. Guárdate,
escóndete. Ellos pueden llegar a lastimarte, a cortarte con promesas, a
romperte con decepciones. Manipulan hasta enredarte entre sus redes,
volviéndote ambiciosa y soñadora. No caigas en sus juegos. Yo ya me he perdido
y por eso, te aconsejo que huyas. No
hablo de estos entes tan carismáticos y alegres. El peligro arrasa en cuanto
desaparecen estos. A lo que me refiero, es que el temor se posará en la voz; la
consciencia andante. Ella. Realmente ida. Es ella el gran riesgo. Será una
batalla si deseas dejarla sola. No lo permitirá y por cuánto tiempo he querido
contarte un poco más de a lo que podrías enfrentarte si decides dejar tu
armadura de piedra.
Ella roba mi tiempo en cuanto llega una vez al día.
Desde la tarde hasta que mis ojos se topan con él. Es un ciclo finito; solo con
las pausas se terminan. Abusó de mi
confianza en cuanto le di mi atención. La confianza no dudó y me traicionó. Esa
voz me pide que la adore, que sufra en este olvido, que caiga enferma y duerma
entre delirios, que muera constante. El dolor forma hileras de asfixia. Golpes
que van en contra de la censura. Atrocidad en mi piel, punzadas de argumentos
irrefutables. Un tatuaje por cada una de mis frustraciones, esta mente repleta
de ellas se ha quedado sin vacantes para él. O eso es lo que creo.
Sabrás que bastante tiempo llevé en estado de coma.
Con pensamientos recurrentes y en ocasiones solo ella, recordándome que mi
tiempo le beneficiaba más a él. Donde la oscuridad era mi tranquilidad y su
presencia: una estaca a mi alma. Si tan solo hubiera una sola víctima. Si la
gente pudiera vivir sin ella. Esa deformidad en el espacio. Si tan solo hubiera
una cura permanente para estos síntomas que imploran perdón a las casualidades.
Te he dejado en tus manos un poema escrito hace días,
de cuando mi corazón le pertenecía:
Que Dios y el Diablo
me libren de enamorarme.
Que el sol aterrice y me queme,
que las letras me encierren.
No puedo seguir en la luna
perdiendo coherencia y mente.
Me mostraron otros ríos,
pero yo quiero recorrer el tuyo;
pelear con las olas,
chocar con tus muros.
¿Me ahogaré antes de lanzarme?
Dijeron que era inhabitable,
que uno llegaba para no volver,
y aún sin agua,
me hidraté de tus palabras, tu fe.
El recuerdo ha sido mi aire
hasta hoy, donde tus besos
son vacíos en la realidad.
Mientras de aquellos haya,
no dudaré en nadar.
¿Qué es esto lo que
siento? ¿Locura, una emoción indescriptible? Él acariciando el corazón de cada
día, ella dañando mi mente a través de los sueños. Procura no toparte con dicho
mal.
Con cariño, tu futuro.
El encuentro
Desde una mirada inocente, observé el mal. Habíamos optado por la aventura y tras alejarnos de su casa comenzaron nuestros entusiasmos insensatos a llenar el aire del camino. Debajo de mí, rocas planas, de un amarillo semejante al papel viejo de tus libros olvidados. Un salto abismal, un brinco, un salto abismal, un brinco. No vaya a ser que, en algún error mío, desaparezca.
Llegamos a una mansión, más grande que el castillo de mis antiguos sueños y pretendimos borrar en nuestra ilusión aquellas herramientas en desuso. Ella me animó a entrar al verme dudosa. Me dijo:
-No va a pasar nada, vamos a entrar juntas.
Tomé un tiempo para acoplarme al nuevo ambiente pesado. Parecía un hogar sin sol, con paredes derrumbadas, rayoneos como aquellos que solía dibujar con mis crayolas. Pero con la diferencia de su tamaño: abismales letras ilegibles.
- ¿Ahora qué? - le pregunté a mi amiga.
-Ahora subimos- me respondió segura mientras me tomó la mano para subir por las escaleras.
Sin valor para hablar, me dejé llevar por su fuerza. No escuchaba nada más que sus ojos azules invitándome a seguir. Ahora estaba aterrada. ¿Por qué alguien viviría en un lugar de esta magnitud? Llegamos al segundo piso, donde el blanco sucio reinaba cualquier espacio. Ya quiero irme. Me señaló lo que parecía ser una habitación, cuya puerta de metal oxidado tenía rendijas a la altura de la cabeza. Me siento mal.
Esos ojos azules de nuevo. ¿Qué no percibe el pánico que yace en mí? Le negué con la cabeza y ella, burlándose un poco de mi miedo, se acercó a las rendijas para asomarse. Sin ningún cambio en su rostro, hizo un movimiento repetidamente con la mano. Hice caso y me dirigí a allí en silencio. Cada pisada en el polvo marcaba la huella de la suela de mi zapato y solo deseaba desvanecerme, desplazarme en el tiempo. Con ojos casi cerrados, me asomé por las rendijas y en el infortunio lo encontré.
Retrocedo sin poder borrar la imagen de ella dentro del cuarto.
Los castillos no volvieron a visitar mis sueños.
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