POEMAS
La mujer del poeta
Hermosa
mujer del poeta,
con
tan perfecto canto;
amiga
y cómplice del alma,
valiente
y honesta musa.
Corazón
vivo de letras,
tesoro
tan sublime,
digno
de compartir;
rosa
amarilla de recuerdos.
Llanto
triste:
divino
canto
de
un hermoso canario.
Musa
de las mil caras,
necesaria
para la misma humanidad,
necesaria
en el milagro de la muerte;
dulce
morfina para el corazón,
¡Oh
bella esposa del poeta!
💜
Quien
dice que es normal
usar
el rosa o el azul.
Quien
dice que el amor,
es una
mera formalidad.
Quien
dice que existen
sólo
dos caminos para amar.
Si
existen muchos caminos, para alcanzar la felicidad.
Sangre
sin lustros.
Guerra
vital de mil años;
león
brillante durante la oscuridad.
Armadura
de ciprés y bambú,
océano
de penas e ilusiones.
¡Muerte
por exclusión y abandono!
Por qué
no son una
ni
cien mariposas…
las
que no pueden brillar
a la
luz del Sol.
CUENTOS
Recuerda el ayer
He
ido por la vida a tu lado desde aquel momento dónde pensaste que tus 17 años
eran suficientes como para pedir un automóvil, tan fugaz y vago recuerdo para
mí ahora, porque ya no soy como antes, y lo sabes bien.
Lo peor es que lo sabes… No
quiero pensar.
En lo inservible qué crees que
soy ahora.
Puedo notarlo, puedo notar cómo
desvías la mirada a otros automóviles más veloces, más lujosos o incluso con
colores más coloridos que yo, y no puedo evitar sentirme triste, nostálgico y
partido a la mitad por no poder responder a los anhelos que tú deseas, a los
anhelos que tú necesitas; prefiero pensar en la forma en la que corríamos
juntos por las lentas tardes de verano dónde ambos creíamos que el mundo era
nuestro, y que no importaba nada más; con el aire chocando contra mis vidrios y
las llantas pasando a varios kilómetros sobre el pavimento caliente, y me
sentía vivo.
Sentía que todo era mío, que
podíamos estar de esta manera por miles y miles de años, pero el tiempo avanza,
cambia y destruye. De ser un simple adolescente de 17 años que se escapaba de
casa a hurtadillas para salir a contemplar las estrellas en medio de la nada,
pasaste a ser un chico de 18 años, preocupado por el mañana y, después fueron
20, luego 21, 25, 27, y cuando menos lo noté, tenías 32 años.
Y aquellas bermudas, esa
playera azul celeste y esa sonrisa que parecía alumbrar toda la ciudad, se
transformó en un pantalón formal, en una camiseta blanca con corbata y en un
hombre mal humorado por el tráfico pesado.
Y sé que no soy igual.
Sé que ya no logro correr como
antes, y trastabillo a veces, y te frustra, golpeas el manubrio con furia
cuando antes tomabas ese mismo manubrio con tanta fuerza como si te sintieras
en un cohete subiendo a la luna.
Y lloro.
Lloro porque no puedo ser como
antes, no puedo dar marcha al tiempo atrás, ni puedo retomar todos aquellos
kilómetros nuevamente dentro de mi metraje para estar juntos. Está mañana,
quisiste tomar el auto de tu esposo, porque era más rápido que la “chatarra”
que llamabas vehículo. Aceleraste apenas unos metros porque se te hacía tarde,
cuándo en ese momento otro automóvil te embistió y no podía hacer nada.
No fue un golpe tan fuerte,
creo que fue más fuerte mi susto que el impacto que habías recibido, solamente
bajaste del coche para comenzar a discutir algunas cuantas oraciones, y después
nada; subiste nuevamente al auto algo abollado que pareció verme con algo de
lástima y retomaste el camino al trabajo porque ya era tarde.
Y no pude evitar sentirme mal,
porque sé que, si fuera más rápido, más útil, más todo… Posiblemente no
hubieras tenido que escoger otro auto.
Y sé que ya no soy como antes,
pero por un simple segundo, aunque sea, te pido por favor, que recuerdes como
era el ayer.
Cuando ambos corríamos por el
mundo, como si este fuera nuestro y lo único que importaba… Es que fueras
feliz.
Guerra
Anne
no podía creer lo que estaba sucediendo a sus escasos 10 años, era hija del
panadero y una costurera del pueblo. Asistía todas las mañanas al catecismo,
siempre puntual a las ocho; inquieta, juguetona, y soñadora. Siempre tenía
problemas con los adultos. No entendía por qué tantas normas, sufrimientos y
odios. Siempre cantando, soñando con conocer el mundo y a la numerosa gente que
hay en él.
En la mañana del domingo 21 de
mayo, Anne despertó y apresuradamente corrió hacia la iglesia, pero algo en el
pueblo era diferente. Había murmullos entre los adultos, iban y venían. Escuchó
decir que se habían visto tropas de soldados a la lejanía y que estarían
llegando al atardecer, que se habían descubierto a los rebeldes, opositores del
gobierno que había causado más de una injusticia al poblado. Conforme avanzaba
más y más escuchaba infinidad de cosas, exactamente por las calles de un lugar
que había conocido toda su vida, pero que ahora resultaba tan extraño.
Al atardecer, sus padres
comenzaron a correr hacia el zócalo, en donde se encontraba la iglesia, el edificio
municipal y el mercado. Se observaba cómo los soldados tenían a hombres sin
camisa, ensangrentados, formados uno tras otro; amarrados de pies a manos y con
los ojos vendados. Todo el pueblo comenzaba a juntarse, escuchándose
gritos.
-
¡Libérenlos,
es una injusticia!
Comenzaron a encender antorchas
para iluminar aquella horrible escena. Anne reconoció a uno de los hombres, era
su profesor.
-
¡Profesor
Antony! –gritó Anne.
Su madre la sujetó con fuerza
de sus pequeños hombros para evitar que está corriera en su dirección. Todo
aquello se volvió un caos. Cuando Anne se escondió entre el vestido y delantal
de su madre se escucharon una ráfaga de disparos, eso le hizo pensar que los
habían matado.
Comenzaron los gritos de las
mujeres y sonaron las campanas de la iglesia del pueblo.
Al amanecer en casa, Anne no
podía entender qué fue todo eso, lo que pasó en la noche anterior, ¿había sido
una pesadilla? La pequeña aferrándose al regazo de su madre, le preguntó qué es
la guerra.
Su madre contestó con voz
entrecortada y ojos húmedos:
La guerra es un acto de odio, que no permite, que el
alma pueda llenarse de felicidad y amor. Que hace que la humanidad se hunda en
una inmensa oscuridad. El mal que surge de un acto que está lleno de barbarie y
que está presente en todo el mundo. Y es tan triste que exista por el capricho
y el egoísmo humano.
La pregunta eterna
Julieta
caminaba rumbo a la biblioteca central de la facultad de ciencias, ese mismo
camino que ha recorrido cientos de veces. En el pasillo central de la facultad
existen vitrinas, en donde se pueden observar los innumerables reconocimientos
y premios que le han otorgado a la Universidad.
Acaba de terminar su maestría
en filosofía de la ciencia, siempre ha pensado que vivimos en un universo
asombrosamente complejo, haciéndose las preguntas: “¿Porque estamos aquí? De
dónde venimos”.
Junto a Lewis han iniciado un
asombroso y desafiante estudio para poder comprobar la existencia de las
dimensiones arriba, abajo, encanto, extraño, fondo y cima; comprobando con esto
que no solamente existe la gravedad y el electromagnetismo en el universo.
Existen mundos paralelos. Se la pasan todos los días en el laboratorio entre
telescopios y realizando infinidad de ecuaciones.
Lewis es el eterno enamorado de
Julieta, se conocieron al inicio de la carrera. Megan, mamá de Lewis, siempre
le ha dicho que la mujer que él decida que será su mujer algún día, antes debe
ser su mejor amiga. Anhela con todo el corazón que Julieta sea su esposa, que
sean como los Curie, Marie Curie y Pierre Curie.
Con el pasar de los años ha ido
creciendo la admiración y amor por Julieta, no existe otra mujer. Todo su mundo
gira alrededor de los deseos y fantasías de ella. Ha pasado mucho tiempo y ya
se sienten en el total fracaso, tanta monotonía, la misma rutina. Todo
automatizado. La dirección y fundación les están exigiendo avances.
Lewis invita a Julieta a salir
de fiesta, para distraerse. Aprovechará para pedirle que sea su novia. Llegan a
la discoteca, piden tragos y entonces la invita a bailar. Afuera de la discoteca,
en la puerta de emergencia llega un vehículo y descienden dos hombres. Se
dirigen a las escaleras. Es una noche de Luna llena. Traen la consigna de
encontrar a Julieta. Una mujer se queda a la espera al interior del vehículo.
Julieta en el centro de la
pista. El latido de su corazón baila conforme a la melodía en la discoteca
suena, continúa moviendo sus caderas suavemente, simplemente danzando como si
fuese el último día de su vida.
¿Qué es tiempo? ¿Qué es la vida
en sí?
Se detiene, siente la necesidad
imperante de salir a toda prisa de la discoteca, se siente observada por miles
de pulsaciones que recorren todo su cuerpo, sale a las escaleras que parecen
ser miles en cada escalón, y un agudo más, el sonido de los tacones y otro
delirio ante el miedo inexplicable de ir bajando aquellas escaleras infinitas.
Una sombra va tras ella y
comienza a correr las escaleras a duras penas; trastabilla. Y cuando se da la
vuelta puede ver su propia sombra, es igual a ella.
Sus mismos ojos,
su mismo cabello.
Y
entonces siente el frío cuchillo contra su abdomen.
Y después… Nada.
Donde antes
estaba,
donde antes
respiraba,
ahora ya no hay
nada.
Ni
la sombra de lo que era, ni su aliento, simplemente.
Ya no hay nada.
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