Juan Carlos Rodríguez

 El dinosaurio 


(Texto basado en el cuento de Augusto Monterroso)



No sabía dónde estaba. Tampoco estaba seguro de cómo había llegado ahí. Pero lo único que importaba en ese momento era encontrar un lugar seguro para esconderse. Corriendo entre los árboles, Juliana podía oír las pisadas de la criatura que iba tras ella. Por increíble que pareciera, no había duda de que era un dinosaurio. Un terópodo. Similar al tyrannosaurus, pero un poco más pequeño. No lo alcanzó a ver a detalle, pero le pareció que tenía un par de crestas sobre el cráneo, por lo que posiblemente se trataba de un dilophosaurus o un allosaurus.
            Juliana se recordó así misma que no era hora de andar clasificando. El animal, fuera lo que fuera, era un carnívoro y la estaba persiguiendo. Al entrar a una zona más espesa del bosque, lo perdió el tiempo suficiente para conseguir refugio dentro de una especie de cueva. Era muy pequeña, apenas cabía arrastrándose sobre el suelo, pero la mantenía a salvo. El depredador, aunque no podía alcanzarla, permanecía en los alrededores. Juliana se quedó esperando a que se marchara, y eventualmente se quedó dormida.

CUANDO DESPERTÓ, EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTABA ALLÍ

Se encontraba caminando a cierta distancia de donde estaba ella escondida. Ahora que podía mirar a la criatura con más detenimiento, Juliana notó que lo que tenía sobre el cráneo era un par de cuernos sobre los ojos. No cabía duda de que se trataba de un carnotaurus. A juzgar por el tamaño, claramente era un adulto maduro, pero parecía medir tres metros y medio de alto y unos nueve metros de largo. Su cuerpo estaba cubierto de escamas. Poseía unas piernas grandes y fuertes, mientras que sus brazos parecían aún más pequeños e inútiles que los del tyrannosaurus.



Juliana estaba analizando cada detalle hasta que, repentinamente, el dinosaurio volteó su mirada hacia donde estaba ella. Su corazón se detuvo por un momento. Se le quedó mirando fijamente por unos segundos. Ella tenía la esperanza de que el carnotaurus simplemente posara su atención a alguna otra cosa. Pero en lugar de eso, este siguió mirando en su dirección mientras empezaba a caminar hacia ella, lentamente acelerando el paso. Cuando llegó, rápidamente se agachó e intentó meter su cabeza dentro de la cueva. Juliana gritó de terror mientras las mandíbulas del animal se abrían y cerraban tratando de alcanzarla. Afortunadamente, el carnotaurus fue incapaz de tocarla, por lo que eventualmente se rindió y después se marchó.
Juliana se tomó un momento para recuperar el aliento y luego se preguntó qué haría ahora. Probablemente debía permanecer escondida por un rato más. Quizás se tomaría otra siesta. Pero en algún momento tendría que salir y enfrentar lo que sea que estuviese allá afuera. 



Toc Toc
Juan Carlos Rodríguez

Acaba de dar la una de la madrugada. En estos momentos me encantaría simplemente irme a dormir. Pero no me puedo permitir ese lujo. Aún no he terminado el ensayo, y este se entrega mañana. Me encuentro tecleando en mi computadora, dentro de mi habitación. Todas las luces están apagadas, salvo por la luz proveniente del monitor. Por lo general mantengo las persianas abiertas, pues mi enorme ventana ofrece una vista muy agradable (incluso cuando es de noche). Sin embargo, esta vez decidí tenerlas cerradas para evitar distraerme. Debo terminar este ensayo lo más pronto posible y las tontas distracciones son en buena parte la razón por la que no lo he logrado.
            Mientras me encuentro concentrado en mi trabajo empiezo a oír un sonido extraño. La primera vez lo ignoro. La segunda me llama la atención, me quedo esperando el momento, y luego sigo trabajando. La tercera vez, sin embargo, ya empieza a asustarme un poco. El sonido se oye como si alguien estuviese tocando la ventana. Así como cuando uno toca la puerta pidiendo permiso para pasar. Y si esto no es suficientemente raro, lo peor es que mi habitación se encuentra en el piso de arriba de la casa.



Por un momento paso de sentirme estresado y cansado a sentir miedo. ¿Qué rayos es lo que está produciendo ese ruido? Al oír el sonido de nuevo comienzo a formular muchas teorías perturbadoras en mi mente. Pero entonces recuerdo que hay un árbol justo al lado de mi ventana, y siento un agradable alivio al llegar a la conclusión de que el ruido es el resultado de unas ramas golpeando la ventana debido a los fuertes vientos que ha habido últimamente. Así que simplemente ignoro el sonido por el resto de la noche y me concentro en mi ensayo.
Afortunadamente logro terminarlo menos de una hora después. Al acostarme en mi cama, me duermo casi inmediatamente debido al cansancio que siento. A la mañana siguiente, me levanto y comienzo mi rutina abriendo mis persianas para que entre la luz del sol. Al hacerlo, me acuerdo del sonido de anoche, y entonces me percato de dos cosas perturbadoras. Una es que, si bien sí hay un árbol cerca de mi ventana, esta es demasiado pequeña como para que sus ramas toquen el cristal…pero es lo suficientemente alta para que alguien (o algo) trepado encima lo haga. La segunda…son los rasguños.


MICROFICCIONES

I
Un minúsculo descubrimiento
Juan Carlos Rodríguez


Alan había estado caminando en la jungla durante horas. Aunque había llegado en una 4x4, la tuvo que dejar, pues la jungla es demasiado densa para conducir en ella.
            Ahora se encontraba muy alejado de su vehículo y no tenía idea de cuál era el camino de regreso. Lo peor de todo era que había perdido su única cantimplora. Así que ahora se encontraba cansado, sediento y perdido en medio del Amazonas.
            ¿Realmente valía la pena realizar esta expedición? ¿Cuáles eran las probabilidades de que pudiera encontrar por sí solo las criaturas anteriormente desconocidas en el interior de la jungla? Quizás fue un error dejarse llevar por todas esas leyendas e historias de criptozoología.
Estaba cuestionándose todo esto en su cabeza cuando, de repente, se encontró con una planta sumamente extraña. No era experto en botánica, pero no recordaba haberla visto antes en ninguna parte. ¿Se podría tratar de una especie no descubierta? Quizás. Pero lo importante es que producía una especie de líquido. Incluso parecía jugo. Pensó en su sed, y recordó que la gente que se pierde en el desierto bebe el jugo de los cactus para sobrevivir.
            Esta planta definitivamente no era un cactus, y quizá no era una buena idea muy sabía beber el líquido de una planta desconocida. Pero finalmente prefirió tomar el riesgo de morir envenenado que morir de sed, y le dio un buen trago.
            Al tragar el líquido comenzó a sentir nauseas. Empezó a arrepentirse de su decisión mientras las náuseas se intensificaban, hasta que terminó desmayándose.
            Despertó bastante tiempo después sintiéndose raro. Estaba acostado en el suelo cuando oyó algo acercándose. Volteó y gritó horrorizado al ver a un monstruo caminando cerca de él. Parecía una hormiga, pero era enorme, como del tamaño de un león. La criatura no lo atacó, sino que simplemente siguió su camino. 
Alan tuvo un sentimiento de alivio, seguido por uno de emoción y felicidad. ¡Por fin lo había logrado! ¡Había descubierto que en el interior del Amazonas existían criaturas extrañas! Pero entonces miró arriba y notó que los árboles se veían anormalmente grandes. Los troncos parecían rascacielos, y las hojas en las ramas parecían nubes. Después miró la planta de la que había tomado antes agua y vio que también se había vuelto enorme. Entonces se dio cuenta de lo que estaba pasando, y deseo no haber perdido su cantimplora.

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